Sunday, February 07, 2010

Gran Hermano: El Reencuentro.

Al contrario de lo que se pueda pensar, el reencuentro no es entre parejas de grandes hermanos con cuentas pendientes, ya que las parejas que han metido, a excepción de Arturo e Indhira, tienen entre poco y nada que decirse. El principal reencuentro que Telejinco tenía preparado nos incluye a nosotros, los telespectadores, como coprotagonistas.
Nuestra pareja de baile tarda apenas unos minutos en aparecer entre la multitud. Ahí está. Están, mejor dicho. Son varios y vienen de la mano. No me hace falta un segundo barrido visual para reconocerles. Con identificar a uno tengo los nombres de los demás, siempre viajan juntos. Son viejos conocidos, no me debería de extrañar su presencia por estos lares, pero me extraña. La envidia, la frustración y la vileza alzan sus calimochos y nos saludan.

No sé por qué, pero no me esperaba que entraran en acción tan rápido. Desde el primer momento supieron quién iba a ser su portavoz: Ainhoa. Su precaria situación económica y el orgullo que le produce decir que roba copas con su chupipandi por los baretos de la noche madrileña hacen de ella la elección perfecta. Su olfato de perra callejera hambrienta de fama y dinero ya le había puesto cara al chuletón de Ávila que le traería de vuelta a los platós antes de su reentrada a la casa. Arturo e Indhira eran su billete de vuelta, y ella no estaba dispuesta a perder este último tren. El objetivo es claro y fácil de cojones, son sólo dos y apenas se hablan.

En un cementerio de dinosaurios catódicos es fácil encontrar compañeros de viaje para esta empresa. Ainhoa empieza la ronda de puyitas divertidas de la muerte que hacen referencia al folleteo y la violencia que han visto del target en su reciente paso por la casa, los demás, en pos de la integración, le siguen el rollo con puyas cada vez más vergonzantes y malintencionadas; las dianas humanas, en pos de la integración también, se callan, ponen cara de circunstancia y hacen como que pasan. Esto no hace más que animar a la jauría a seguir con la cacería, están a punto de caer. Viendo que el ambiente es un tanto hostil, el menú del día con patas decide recluirse en la habitación. Obligados por el panorama color hormiga que les espera tras la puerta del dormitorio hablan al fin. Lejos de venenos de familiares o amigos, llegan a una especie de reconciliación. Tan es así que hasta se defienden uno al otro frente a los predadores cuando estos les recriminan haber utilizado una lata de atún y un tomate para hacerse cada uno un bocata (OMG!). La jauría reclama la cabeza de estos dos por antisociales de mierda y egoístas.

El hambre agudiza el ingenio, y la perra callejera, tras coscarse de que el enemigo se ha unido y es más fuerte, decide cambiar de estrategia. "Divide y vencerás" recuerda haberle oído a un viejales en una tertulia a altas horas de la madrugada (no es que se nos haya vuelto culturetas, es que estaba esperando la emisión del Call TV en el que trabajaba), y eso mismo hace. Dejan a un lado del acoso y derribo a Arturo, le hacen creer que es uno de los suyos (su instinto de supervivencia le convence de que es cierto) y le envenenan contra Indhira, que ha sido la culpable desde el minuto cero de su no integración en la casa. Arturo le dice a su ex compi del Gulag que si se siente incómoda que se pire. La otra, viendo que está sola frente a la jauría, amenaza con abandonar la casa. Ainhoa se sonrie, el chuletón está casi en la sartén. Sólo queda comerle la cabeza a los demás (incluso cuando duermen), les debe quedar clarito que la chica está loca del coño y que se quiere ir porque siente celos de cualquier chica que se ponga a hablar con Arturo, sobre todo de ella misma, que nada ha tenido que ver en su desesperación que no le quede parte del cuerpo sin acuchillar.

¿Logrará Indhira escapar de su destino y no acabar sobre un rancio mantel a cuadros chinao?

Jauría en movimiento a partir del 1:41