Thursday, August 21, 2008

Especímenes Playeros Molestosos.

Por algo es que todos los años se recuerdan los baños a finales de junio o principios de septiembre —siempre que se tenga la suerte de que te pille la playa a un peo de pava, como es mi caso— como los mejores, y no precisamente por la temperatura del agua, la salinidad o cualquier pollada de esas. En julio y agosto salen de su escondite unos infraseres capaces de convertir un cojonudo día de playa en un auténtico suplicio. Ni las medusas ni las avispas —soy alérgica, pero hincharme cual zeppelin y estar a un tris de entregar la cuchara es preferible a una jornada completa de tortura audiovisual— les pueden hacer sombra en el bisnes del terror veraniego.

Espero que os sirva este muestrario de especímenes playeros molestosos que adjunto al lamento boliviano —leitmotiv de este post... no hará falta que lo jure por los gatitos de rapidshare o las ranas de imageshack ¿verdad?— para verlos venir antes de que se aparquen, huir y salvar el día.

FUERA DEL AGUA:
Los vicentes: Van donde va la gente. Son el grupo de especímenes coñazo más numeroso. Si ven una playa enorme y un solo habitante, les entra el miedo —seguro que el resto de playa está plagado de tiburones y arenas movedizas. Vamos donde está aquel. Deben ser los 20 metros seguros de la playa, se dicen— plantan la sombrilla allí donde termina el posabrazos de la sillita marinera de éste. Los vicenticos venideros hacen lo propio, de manera que crean ondas de bártulos y sombrillas, dejando las inexplicables calvas playeras.

Los paleros: Da igual dónde estén situadas sus cosas, salen de la nada y se te colocan enfrente para mostrarte sus habilidades en el paddle de los probes —bueno, y hacer que tengas que dar un rodeo para poderte meter en el agua, ya de paso—. Sólo se dan cuenta de que molestan cuando al caer la pelotita a tu vera la mandas a la quinta alga para que la Sirenita y el puto Sebastian jueguen con ella.

Los mal llamados domingueros: Sea el día de la semana que sea están ahí —palabrita. Llevo años sin pisar un sábado o un domingo la playa, por ahorrarme atascos y disgustos— , desde las nueve de la mañana a las ocho de la tarde. Papá, mamá, los abuelos, los cuñaos, los seis hijos y sobrinos..., y la vecina Paqui, que la pobre no tenía hoy con quién venirse. Las mujeres cotillean a gritos y emiten agudos chillidos que por el contexto suponemos carcajadas... entre alarido y alarido le meten un grito a los hijos para que crean que los vigilan. Los hombres comentan el último Marca, fantasean con el coche que se van a comprar cuando se les termine de joder el actual, y de vez en cuando hacen chistes machistas para que no se vayan a pensar las parientas que van a su bola. A las criaturas las dejamos para otro grupo molestoso, si no os importa.

El autobús J&B invisible: Te quedas torrada al sol y cuando te despiertas cambias a tientas de canción en el ipod porque los Pixies no son apropiados para la siesta post melón-jamón, pero ¡oh, sorpresa! no es el ipod el culpable de tu desvelo. Te quitas los auriculares y las gafas de sheriff, y lo primero que piensas es que has hecho un viaje astral y estás en otra playa. No puede ser. ¿De dónde carajo han salido estos 30 jovenzuelos con las hormonas en ebullición? Deseas que la marea se trague al macho alfa de la manada, a la colchoneta promoción de J&B en la que va subido y a las cinco mozas que le quieren dar caza a nado.

Los nenicos patrios: Son una pesadilla. Quiera Diox que te tumbes bocabajo para ligar bronce en el ojal, que uno de ellos se las apañará para correr cerca de tu toalla y llenarte de arena. Idescriptible la sensación de croqueta humana. Si por ellos mismos no fueran suficiente tormento, nunca olvidan sus jugueticos. Antes era el balón, pero ahora se han puesto de moda una especie de mini tablas finas de madera con las que se deslizan por la orilla y convierten tu acceso al mar en unas puertas automáticas versión gore. A los infantes guiris no los he visto comportarse así, pero no sé si es por la educación recibida o por la poca gana de juerga que les deja la insolación.

Los paseantes voyeurs y exhibicionistas: Molestosos no son, pero cansinos un rato. Recorren el mismo cacho de playa chorrecientas veces, hasta que les has contado los pelos de las canillas —o, en caso de musculocas, has intentado calcular los kilos de batido proteínico que ha podido ingerir desde que decidió convertirse en un cacho de carne con gafas Dolce & Gabbana—. Cuando hablamos de voyeurs subimos la edad de los paseantes. Hasta que no te han sacado la radiografía completa no cambian de sector.

Los cazatesoros: Estos downies peinan los cachos de playa libre en busca de las joyas de la corona, y lo único que encuentran son pines de coca cola o chapas de Heineken. Son inofensivos y divierten —sobre todo cuando ves el cambio de cara iluminada porque ha pitado el chisme detector de metales a la cara de chasco cuando descubren que el motivo del pitido era una lata de Sprite con Fido Dido con acné y un Coby con chupete—. Cuando pasan con su cacharro mucho tiempo cerca de tus dos metros cuadrados deseas que meta la mano en busca de una moneda de oro del siglo XVII y se pinche con una jeringa sidrosa.

FUERA Y DENTRO DEL AGUA:
Los pijeras aficionados a la pesca y el kitesurf: Suelen ser parejas pijorrillas. Mientras la tía lee el Cosmopolitan, el tío te planta la caña de pescar en tos los morros o se pone a kitesurfear a tres metros de la orilla. Si no quieres cagarte en toda su raza y terminar pacíficamente la jornada playera, te toca esperar a que se cansen —como no tienen ni puta idea de lo que hacen, lo suelen hacer rápido— o hacerte una pechá de metros transversales si quieres darte un chapuzón sin que te hagan un piercing en la planta del pie o te abran la cabeza con la tablita.

La pareja jóven calentorra: Se dan el lote a lo bestia tanto dentro como fuera del agua. Lo cual ni fu ni fa. Lo molestoso viene cuando dentro del agua te miran como si estuvieras invadiendo su territorio acuático —hoyga usté, que yo me baño enfrente mi sillita marinera y mi sombrilla del Coca Cola... faltaría plus. Si quieren privacidá pillense una habitación en algun motel—. Y la cosa no termina ahí. En tierra fimme dan cabezás en tu dirección para ver si te largas ya o qué... ¡¿Pos no ves que no, gilipollas?!

DENTRO DEL AGUA:
Todo lo que se mueva y no tenga branquias: Me matan los turistas del interior que pagan 60 leuros por 20 minutos en una amotico acuática cuando en su vida no han cogido ni un vespino y van a pocos metros de la orilla. No puedo con los barquicos wannabe yates que se paran a menos de 20 metros de la orilla para echar mierda y lucirse —todavía espero que alguno vuelque en pleno vacile para despollarme viva—. Y me matan de la risa los que hacen como los anteriores, pero con una triste Zodiac xD

1 comentarios:

Anonymous said...

Agquerosa agtualiza que ya hasta te salen x en las fotos